Tan sólo los zenzontles para ver
tus ojos y esas suaves manos tuyas
donde mi rostro pongo mientras cae
un pronto atardecer que me desnuda.
Porque este amor es noche sin tu aroma,
y duerme solo y con tu mar se cura:
por eso es que te quiero. Yo acomodo
este querer sin una sola raspadura.

Si un vendaval enreda mis cabellos
enfermo de una fiebre que es locura,
me quema el rostro la melancolía,
y ya me da por muerto un ave oscura.
Estando inmóvil, una solitaria
estrella baja sobre mi cintura.
Y veo la luz de niños muy risueños
que a medianoche arropo con la bruma.